lunes, 24 de agosto de 2009

Problema pluvial. Una preocupación de las autoridades




SANTIAGO.- La carencia de un adecuado sistema de drenaje pluvial siempre ha sido una preocupación por parte de la administración municipal, que ha invertido millones de pesos para resolver este tormentoso problema.

En las principales calles y avenidas de este Primer Santiago de América se acometen intensos trabajos con el propósito de evitar las fastidiosas inundaciones aún cuando cae el más mínimo aguacero.

Hasta el momento la situación no ha podido ser resuelta en su totalidad pero, al menos, ha podido ser paliada ya que hay zonas donde, por más que llueva en determinados momentos, las aguas no significan un problema serio.

“En lo del drenaje hemos estado trabajando desde que me juramenté por primera vez como sindico”, ha recordado José Enrique Sued al rechazar las criticas que personas interesadas viven haciendo sobre el particular.

Este es un problema un tanto complicado que no puede resolverse de hoy para mañana. Santiago es una ciudad en franco crecimiento. Nuevos edificios, urbanizaciones, plazas comerciales y otros edificios son elementos que dificultan cualquier salida inmediata.

Además, dicen los entendidos, estos problemas no son sólo propios de Santiago. Los tiene, con igual o mayor gravedad, Santo Domingo, La Vega, Bonao, Puerto Plata y cualquier otra ciudad del país por muy moderna que sea o se precie de ser.

DEPARTAMENTO DE RELACIONES PUBLICAS
20 DE AGOSTO DE 2009

La administración que encabeza por segundo periodo consecutivo Sued ha destinado millones de pesos para corregir las deficiencias que presenta el drenaje pluvial. La solución, sin embargo, llegará a largo plazo.

Los técnicos del cabildo, auxiliados incluso en algunos casos por expertos extranjeros en la materia, no descansan en buscar salidas en lo que la infraestructura hidráulica se refiere por instrucciones del sindico Sued.

Hay que esperar, por tanto, que las inundaciones dejarán de ser -más temprano que tarde- un dolor de cabeza partiendo de que “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo tampoco que lo resista”

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